Manuel Hernández nace en Ahigal de los Aceiteros (Salamanca), un pequeño pueblo de las Arribes del Duero, el 26 de abril de 1959. Desde muy joven siente gran afición por el dibujo y la pintura, empezando a realizar sus primeras obras en su tierra natal. Desde 1977 reside en Santa Cruz de Tenerife, isla a la que se traslada para cumplir el servicio militar..

Por entonces se matricula en la Escuela de Arte y Oficios, abandonándola poco después por motivos laborales, por tanto se le puede considerar un pintor autodidacta.

Su obra incluye elementos simbólicos que sugieren atmósfera propiamente surrealista.

El mundo temático que más le interesa está visionado a través de los residuos sólidos que puede aportar el basurero de las ciudades: bidones, cacharros de cocina machacados o rotos por el tiempo, etc.

La quietud, la soledad de un mar que se quema con solo percibir la lejanía de un horizonte perdido, amaneceres o atardeceres de rojiza paz, personas que parecen detalles en la grandeza de etornos arenosos... Buscan relatar unas vivencias que podría enlazar mañana y hoy: fijación y desolación, grandeza y pequeñez.

Cuadros de inmensas planicies, en el que destaca algún detalle esencial. Cuesta llamar paisajes a estos cuadros. Cierto que están inspirados en unos lugares concretos o familiares, pero no se le pueden considerar paisajes porque no tratan de retratos de este o aquel lugar. Nacen de la necesidad de esperar algo que existe, que él ve...

En sus cuadros se observa una evolución que ha llevado a su autor  a depurar su técnica y a perfeccionar su estilo con indudable acierto. Ha de ser considerado un pintor realista, con una visión muy personal de los temas tratados; estos se transforman en sensaciones producidas por paisajes de su tierra natal.

En cuanto a sus románticas marinas, concedamos la última voz poética a su amigo José Luis Serrano, quien refleja la sensibilidad de su Arte con este verso:

EL MAR
La noche...
frente a frente y a solas.
Y la brisa
acunando ausencias de tierra adentro.